OLA PARA DECIR ADIÓS
Este
proyecto consiste en un lienzo de medidas 60x40 cm. A la izquierda he pintado
con acrílicos una ola gigante del mar mezclando los colores azul ultramar, azul
cerúleo y verde esmeralda. Para la espuma he puesto blanco titanio. Encima de
esta ola, hay pegados fragmentos y trozos de basura: tapones, papel aluminio,
palillos, esponjas, partes de auriculares, cartón, cuerdas y muchos tipos de
plástico. A la derecha vemos una ciudad cuyos edificios son de colores fríos:
verde, azul y morado. El fondo se trata de una gama de grises, en la parte
superior más oscuros y alrededor de la ciudad casi blanco para resaltarla.
Resultado final |
La idea de este proyecto es concienciar sobre la contaminación que producen las ciudades. Se muestra una situación extrema. Se ven claramente las dos partes más perjudicadas: la atmósfera y el mar.
El cielo, que debería ser azul, no está visible. Una variedad de grises abarca gran parte del lienzo. Entre la tormenta que se avecina y la gran contaminación presente en el ambiente, las nubes de denso gas y combustible son las protagonistas y han ocultado cualquier rayo de luz solar.
La ola se
asemeja a La gran ola de Kanagawa que pintó Hokusai. La finalidad era combinar
el arte del pasado (concretamente del siglo XIX) con un futuro impreciso.
En cuanto a
la ciudad, que parece insignificante, se utilizan colores fríos (verde, azul y
morado) como signo de falta de vida, mal tiempo, tristeza y frialdad.
El problema
no se limita a una ola de basura y a una ciudad. Si multiplicamos esa ciudad
por todas las que existen y, a su vez, la cantidad de basura producida por
ellas la ola sería mucho mayor. Por supuesto, su significado es metafórico,
pues el origen de los tsunamis se debe a fenómenos naturales.Lo que se quiere
mostrar es que, al igual que nosotros vomitamos como reflejo natural a modo de
protección, la naturaleza también nos devuelve lo que le perjudica.
Me he
inspirado en dos películas animadas:
La primera
es “Happy Feet: Rompiendo el hielo”, en la que el pingüino protagonista se
marcha para buscar al culpable de la escasez de peces en el mar. Se interesa
por un pingüino que dice poseer poderes místicos transmitidos por un collar
(que es simplemente el plástico de un pack de latas). Decide nadar en busca de
pistas. Cuando es capturado por humanos, se ayudará de su don de bailar para
comunicarse con ellos y hacerles saber que ellos provocan la escasez y
dificultades a otros animales. ¿Y si los animales se pudieran comunicar con
nosotros como en esta película? ¿Les haríamos caso o seguiríamos igual?
La otra
película es “Wall-E”. Situada en el año 2800, los humanos viven en lujosas
naves espaciales debido a que el planeta Tierra se encuentra devastado y sin
vida. El último robot WallE (acrónimo de Waste Allocation Load Lifter Earth)
sigue limpiando el planeta de basura hasta que encuentra una plantita, que
podría suponer el resurgimiento de la vida en la Tierra. Me hizo reflexionar y
no la vi muy lejos de lo que podría suceder realmente. Puede que en algún
momento tengamos que dejar este planeta y buscar hogar en el espacio, muy lejos
de aquí. Pero, ¿qué mejor lugar que el que nos ha dado la existencia?
¿Seguiremos destruyendo el lugar allá donde vayamos? ¿Cuántos planetas tenemos
que abandonar para que cambiemos?
El agua, ya
sea dulce o salada, ocupa un 70 % de la Tierra. El mar se ha convertido en un
gran vertedero. Miles de especies viven en él, pero no por mucho tiempo. Solo
nos importará cuando no podamos comer pescado porque tiene microplásticos,
cuando la orilla esté demasiado llena de botellas y bolsas y no podamos
tumbarnos a tomar el sol o cuando desaparezcan demasiadas especies y afecte a
la cadena alimenticia de los animales. Si nos concienciamos podemos cambiar más
de lo que creemos. ¿O estamos destinados a desaparecer?
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